martes, 20 de enero de 2015

Para recordar o antojarse: Fahrenheit 451

Este es el primer libro que me leo de Ray Bradbury y debo decir que quedé gratamente sorprendida, aunque para nadie es un secreto que esta es su obra más destacada. Me encarreté bastante leyendo Fahrenheit, es de todo mi gusto y pues realmente una de las cosas que más disfruto de los libros a parte obviamente de la trama y del hilo conductor, es la forma en la que está escrito, es decir esos diálogos inteligentes y cautivadores, esas frases que describen perfectamente una emoción; a eso me refiero. Bueno pues hace unos meses les traje algunos fragmentos de Opio en las nubes y hoy les traigo algunos de Fahrenheit 451, espero que los disfruten.

"Era como una gigante abeja que regresaba a la colmena desde algún campo donde la miel está llena de salvaje veneno, de insania o de pesadilla, con el cuerpo atiborrado de aquel néctar excesivamente rico y, ahora, estaba durmiendo para eliminar de sí los humores malignos".

"Alguien, en algún sitio, me devolverá el viejo rostro y las viejas manos tal y como habían sido. Incluso la sonrisa -pensó-, la vieja y profunda sonrisa que ha desaparecido. Sin ella, estoy perdido".

"Cristo es ahora uno de la "familia". A menudo, me pregunto si Dios reconocerá a su propio hijo tal como lo hemos disfrazado. Ahora, es un caramelo de menta, todo azúcar y esencia. Cuando no hace referencias veladas a ciertos productos comerciales que todo fiel necesita imprescindiblemente". 

"¿Sabía que los libros huelen a nuez moscada o a alguna otra especie procedente de una tierra lejana? De niño me encantaba olerlos".

"Este libro tiene poros, tiene facciones. Este libro puede colocarse bajo el microscopio. A través de la lente, encontraría vida, huellas del pasado en infinita profusión".

"Los buenos escultores tocan la vida a menudo. Los mediocres sólo pasan apresuradamente la mano por encima de ella. Los malos la violan y la dejan inútil".

"El televisor es "real". Es inmediato, tiene dimensión. Te dice lo que debes pensar y te lo dice a gritos. Ha de tener razón. Parece tenerla. Te hostiga tan apremiantemente para que aceptes tus propias conclusiones, que tu mente no tiene tiempo para protestar, para gritar: ¡Qué tontería!".

"Eso es lo bueno de estar moribundo. Cuando no se tiene nada que perder, pueden correrse todos los riesgos".

"Podía percibirse cómo la guerra se iba gestando aquella noche en el cielo. La manera como las nubes desaparecían y volvían a asomar, y el aspecto de las estrellas, un millón de ellas flotando entre las nubes, como los discos enemigos, y la sensación de que el cielo podía caer sobre la ciudad y convertirla en polvo, mientras la luna estaba en fuego rojo; esa era la sensación que producía la noche".

"Las tres vacías paredes del salón eran como pálidos párpados de gigantes dormidos, vacíos de sueños".

"Montag sintió cómo si hubiese dejado un escenario lleno de actores a su espalda. Sintió como si hubiese abandonado el gran espectáculo y todos los fantasmas murmuradores. Huía de una aterradora irrealidad para meterse en una realidad que resultaba irreal, porque era nueva".

"Permaneció toda la noche en el pajar, escuchando el rumor de los lejanos animales, de los insectos y de los árboles, así como los leves e infinitos movimientos y susurros del campo".

"Y, entonces, bajo el sonido de la muerte, el sonido de los reactores que partían el cielo en dos, yacería en el cobertizo, oculto y seguro, contemplando aquellas extrañas estrellas en el borde de la tierra, huyendo del suave resplandor del alba".

"Se irguió jadeante, y cuanto más inspiraba el perfume de la tierra, más lleno se sentía de todos sus detalles. No estaba vacío. Allí había más de lo necesario para llenarle. Siempre habría más que suficiente".

"No estaban seguros de que lo que llevaban en sus mentes pudiese hacer que todos los futuros amaneceres brillasen con una luz más pura, no estaban seguros de nada, excepto de que los libros esperaban, con las páginas sin cortar, a los lectores que quizá se presentaran años después, unos, con dedos limpios, y otros, con dedos sucios".

"Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. algo que tu mano tocara de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esta flor, que tú plantaste, tú estarás allí".

"Mi abuelo pasó una docena de veces la película tomada desde el cohete, después manifestó su esperanza de que algún día nuestras ciudades se abrirían para dejar entrar más verdor, más campiña, más naturaleza, que recordara a la gente que sólo disponemos de un espacio muy pequeño en la tierra y que sobreviviremos en ese vacío que puede recuperar lo que ha dado, con tanta facilidad como echarnos el aliento a la cara o enviarnos el mar para que nos diga que no somos tan importantes". 

"Durante otro de esos instantes imposibles, la ciudad se irguió, reconstruida e irreconocible, más alta de lo que nunca había esperado ser, más alta de lo que el hombre la había edificado, erguida sobre pedestales de hormigón triturado y briznas de metal desgarrado, de un millón de colores, con un millón de fenómenos, una puerta donde tendría que haber habido una ventana, un tejado en el sitio de un cimiento, y, después, la ciudad giró sobre sí misma y cayó muerta. El sonido de su muerte llegó más tarde".

"Sus dedos estaban hundidos en el polvo y todos gritaban para evitar la rotura de sus tímpanos, para evitar el estallido de su razón, con las bocas abiertas, Y Montag gritaba con ellos, una protesta contra el viento que les arrugaba los rostros, les desgarraba los labios y les hacía sangrar las narices".




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